Les juro que no quería ir, sabía que me iban a
llamar, me iban a tratar de convencer, pero estaba seguro de mi decisión y nada
la haría cambiar.
Aquel viernes por la tarde me llamaron al
trabajo y les di un no rotundo, no pensaba ir a la cancha, mi decisión era
inalterable, en el recuerdo todavía estaba muy fresco la tarde del Chateau
Carreras, hoy Mario Kempes, el baile que nos comimos esa hermosa mañana en el
Centenario con ese equipo de camiseta verde y mucha publicidad. Estaba cenando
cuando me llama Gabriel, y me conmueve, sabía en donde pegarme, me dice “Si no
venís no podemos ir, de los que vamos solo maneja mi primo” y lo logró, no
podía robarles eso. Y así salimos, tempranito para Córdoba, uno de estos días
les voy a describir el viaje porque es digno de una “Road Movie”. Casi nadie
sabía que me había ido para Córdoba, recién se enteraron cuando me vieron por TV pegado al alambrado, en ese pedacito infame de tribuna que nos dieron, estaba
parado ahí porque era el único lugar en donde no pegaban los piedrazos que nos
tiraban desde al lado, la separación entre ambas parcialidades eran ínfimas,
para peor, detrás de la tribuna lateral había una casa abandonada, ideal para
aprovisionarse de piedras. Vi todo el partido así, lo sufrí demasiado, solo
quería que termine, el frío de esa noche cordobesa fue cruel, y, a segundos de
consumar la hazaña, llegó ese puto córner, me di vuelta como presagiando el final,
el Chapu ya se había ido expulsado, y de pronto el estadio explotó, nuevamente
la película se repetía, vi a German Rodríguez sentado en la tribuna llorando,
como yo mismo lo estaba haciendo, les juro que fue la primera vez que lloré en
una cancha, el viaje de vuelta fue eterno, demoledor, el resto, es historia
conocida.
Todo eso llevábamos hace 10 años a la cancha
de Ferro, toda esa carga de miedo, de sed de revancha, de locura, de no poder
creer que otra vez el destino nos pusiera en esa encrucijada, si un tiempito
atrás, después de lo de Córdoba, habíamos tenido otra chance jugando de local
con El Porvenir, el histórico clásico de Arsenal de Sarandí, que hoy elige y se
lleva jugadores como si fuera su homónimo de Inglaterra, pero bueno, esa es
otra historia, diciembre del 2001, en el país poco pasaba no? Tuvimos otra
chance si Olimpo no ganaba, y Olimpo en 10 minutos ganaba 14 a 0, encima los
goles los hacia Ceferino Díaz, sí, todo eso llevábamos con nosotros a Ferro.
Algunos dicen que presagiaban que el destino iba a ser distinto, yo les juro
que no tengo idea, solo fui, como siempre, y ahí estábamos, orgullosos de ser
cerveceros, en esa tribuna que explotaba, ni hablábamos del partido, ni de
táctica, ni de estrategia, lo nuestro solo era sentir, y gritar y amar estos
colores que herede de mi viejo. Por un momento se me paso por la mente aquel
puestito de panchos que voló para la cancha en esa misma tribuna, rápido volé
ese recuerdo, y el partido fue eterno, tiraron esas bombas de papelitos y
empezó media hora después de lo previsto, y el tiempo no pasaba más,
defendíamos con locura desde la cancha y desde la tribuna, y el tiro en el palo
del Topo Gómez paso casi desapercibido, y llego ese lateral y el partido
terminó, esta vez festejábamos nosotros, otra vez volví a llorar en una cancha,
pero esta vez de alegría, El Tero Di Carlo, Fabio Pieters, Lucho Sosa, El Yagui
Forestello, el Topo Gomez y Mugnaini se podían ir bien a la mierda, la alegría
llegaba por fin al sur, y esa caravana eterna, la fiesta en el centenario, la
ciudad era una fiesta, que alegría viejo.
Hoy hace 10 años, en tiempos en que tanto
pelean por un puto contrato y tanto importa lo económico les digo, este
sentimiento no tiene precio, la alegría de haber estado ese día ahí va a vivir
siempre conmigo.
Mañana
se cumplen 10 años de esta Tapa, Chapu volvé a tu casa, el viaje terminó.